Segunda Oportunidad

NUEVE DE CADA DIEZ JOYAS VENDIDAS EN ESTADOS UNIDOS SON ‘VINTAGE’. UN MERCADO SOSTENIBLE Y EN AUGE QUE TIENE A LA TRADICIÓN ESPAÑOLA EN EL CENTRO DEL NEGOCIO
En el negocio global de las joyas, China ocupa un lugar primordial. De acuerdo a un estudio publicado en septiembre por la consultora Euromonitor International, ellos solos se reparten el 61% de las transacciones mundiales. Pero mientras el mercado de las joyas aumenta a un nivel del 12% en Asia-Pacífico, el ritmo es mucho menor en Estados Unidos y Europa occidental, donde el crecimiento se sitúa en tomo al 3% y el 1% respectivamente. Factores como la madurez de estos mercados, la disminución del turismo asiático, el ‘busca y compara’ de internet y una mentalidad sostenible están detrás de una nueva tendencia: el auge de la joyería de segunda mano. En Estados Unidos, aseguran desde Bonhill —una empresa especializada en la compra-venta de joyas, relojes y diamantes usados, con sedes en Nueva York y Barcelona-, solo una de cada diez piezas vendida es nueva.
Una historia muchas historias
En el sector de los relojes, la brecha es incluso mayor. Mientras las exportaciones cayeron un 16,1% en el último año. Según datos de marzo de la Federación de la Industria Relojera Suiza, el mercado vintage florece con récords en subastas —en mayo del año pasado, la casa Phillips vendió un cronógrafo de carga manual de Patek Philippe por 5 millones de dólares (4.479.684€ aproximadamente), quintuplicando su precio estimado y haciendo de este el reloj de acero inoxidable más caro jamás vendido—.«Cuando entras en una casa que no es de nueva construcción, el ambiente ya tiene un ‘olor’ las paredes respiran una vida anterior y la energía es diferente», explica Carla Alegría, vicepresidenta y responsable de la división Tresor de Bonhill. «Lo mismo ocurre con una joya: a su valor artesanal, creativo y económico se le añade lo que cuenta quien la ha llevado antes. Además, una pieza vintage tiene carácter y personalidad propia; aporta distinción y exclusividad ya que no la encuentras en las tiendas, es única».
El auge de la segunda mano dc lujo se puede ilustrar con multitud de ejemplos. What Goes Around Comes Around —la tienda neoyorquina dedicada a la comercialización de moda, accesorios y joyas usados por antonomasia— ha aterrizado en el exclusivo barrio de Beverly Hills, en Los Ángeles, este año; Kentshire Galleries, otrora anticuario de Londres especializado en mobiliario, se ha reciclado en una tienda centrada en la alta joyería de otras épocas, e incluso Mary-Kate Olsen y Olivier Sarkozy sellaron su mediático compromiso con una pieza vintage: un anillo de 1953, de Cartier Motivados por la búsqueda de las creaciones auténticamente especiales, pero también por la inestabilidad del precio del oro -que ya no es un seguro per se-, los coleccionistas y los compradores ocasionales han entendido que el interés de estas piezas no se reduce al valor intrínseco de sus materiales. «Si estás buscando una inversión tangible, algo que vaya a conservar su valor, los diseños de joyas, frente a las piedras, deben estar en el radar», explicaba a WWD Lisa Hubbard, codirectora de joyería para América de Sotheby’s. «Es importante la creación y el estilo o interés creativo, pero también su estado de conservación, si es parte de la colección de una determinada firma… Sólo un experto puede desenmascarar las pequeñas sutilezas que la convierten en un tesoro», remata Alegría.
Producto Nacional Bruto
En Estados Unidos, confirma, «el hecho de que sea una pieza que ha ‘vivido’ antes es un valor añadido que estiman muchísimo. Y especialmente si viene de Europa, pues se considera un signo distintivo de clase social elevada». Dentro del interés por la joya europea, las de nuestro país son muy significativas. «Que los extranjeros aprecien mucho nuestras joyas viene de los tiempos de la Guerra de la Independencia española. La ocupación hizo que mucho de nuestro patrimonio artístico quedase en manos de los franceses, y tenemos una larga tradición ligada al arte sacro o religioso. Se sabe que grandes familias no contaban sólo con un médico y un amigo de confianza, sino también con un joyero que supiera plasmar su gusto y personalidad». Por todo eso, continúa, «el gusto español, la excelente manufactura y la fineza del diseño hacen que los norteamericanos prefieran nuestras joyas a otras». Desde su sede en Barcelona, Bonhill se dedica a comprar piezas a particulares para llevarlas a sus casi 200 puntos de venta en Estados Unidos: un negocio en pleno apogeo — prevé una facturación de 15 millones de euros en 2016, sólo en España — que permite no sólo extender la vida útil del producto y reducir el impacto medioambiental, sino también exportar el valor de la herencia española.
Carla Sierra